martes, 3 de septiembre de 2013

Días de radio

Primero fue una radio grande con dos grandes ruedas. La una para mover el dial. Buscaba incansablemente con un ruido de fondo como de lluvia torrencial sobre un tejado de hojalata. Hasta que la voz mágica, aunque fría y distante, emergía de las ondas: 'Diario hablado de Radio Nacional de España'. Daba igual en qué emisora estuviera la aguja. Esa voz salía de todas ellas. Durante un tiempo me preguntaba dónde estaba esa persona, de dónde salía su voz y cómo traspasaba la gran caja por todos sus recovecos parlantes. Acabé por asumirlo como algo natural. ¿Acaso sabemos las personas de dónde sale nuestra voz o por qué callamos? Dejé de hacerme preguntas y escuchaba. Me gustaba pegar la oreja al mueble hablante y buscar nuevas invisibles.

Cuentan que por la noche mi padre movía también la otra rueda. Bajaba el volumen del aparato y buscaba en la onda corta otras voces, libres en la clandestinidad. Radio Pirenaica saltaba la frontera de la censura desde Bucarest, aunque todo el mundo se imaginaba a Carrillo y a la Pasionaria en un refugio al otro lado de los Pirineos. Eso lo supe más tarde. Luego vinieron los transitores y el vicio de las radionovelas. Lucecita. La sempiterna historia de la criada guapa enamorada y engañada por el señorito. Pronto pasaste a los 40 principales... Música. Música y música. Pero era inevitable seguir las aventuras del abuelo Porreta por la mañana y aún oías la voz de Gelete antes de dar el salto desde la cocina a la calle. Corriendo. Con los libros en la cartera. De Radio León a Radio 3... Días de radio.En León, en Madrid, en Ponferrada... Otra vez en León.

Hoy me he metido en la radio. Y me he convertido, por un ratito, en una invisible parlante.

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