lunes, 9 de noviembre de 2020

Con Zana, en Ciñera



 
Ciñera de Gordón, 04-05-2019


Quiso el azar, primero, y la querencia, con el paso del tiempo, que en los últimos treinta y tantos años haya tenido el privilegio de vivir de cerca el pálpito de la minería y de tratar a los mineros; y sobre todo, de trotar por las cuencas mineras, cuaderno y boli en mano para contar lo que sucedía.

 

A veces se me antoja imaginar que todo empezó cuando, siendo bien pequeña, me percaté de aquel lunar gris antracita que mi padre llevaba incrustado en la frente y empecé a preguntar.

E incluso un poco más atrás porque, quien más y quien menos, se ha calentado con el carbón, e incluso se ha tiznado con sus piedras relucientes de grasa negra en el trasiego de la carbonera a la cocina de casa o a la estufa de la maestra.


Mucho le debemos al carbón. Y a las cuencas mineras. El calor y la luz, la prosperidad de empresas que se esfumaron cual fantasmas y el bullicio de

gentes de todas partes que se acercaban a estos valles lejanos del norte en busca de una oportunidad para vivir. Les debemos también ese hálito de dignidad que los mineros impregnaron en la lucha obrera incluso en los peores momentos del triste final del carbón.


En este devenir, en el que la profesión y la curiosidad personal han alentado en mí un apego a la cultura minera leonesa, me he topado con muchas personas en cuyos ojos he visto el coraje y en cuyas manos se dibujaban las líneas de una vida ganada con esfuerzo y sudor negro. También he visto la tristeza inmensa, las lágrimas de impotencia y la rabia de esposas, padres y madres, hermanos y hermanas, amigos de mineros que perecieron en esos vientres oscuros hoy silenciosos y yermos.

Hace unas semanas, Juan Carlos Lorenzana, Zana, me sorprendió con un mensaje por Twitter, ese patio virtual en el que nos encontramos al menos semanalmente. Luego, por teléfono, me contó que iba a publicar un libro de Relatos Mineros y que quería que se lo presentara en Ciñera.


Es todo un honor estar aquí con ustedes y con Zana y que sea un libro nacido en las entrañas de la minería, de la memoria minera y de la mano de un Minero, con mayúsculas, quien nos trae hoy a esta casa de Cultura de Ciñera es otro motivo de satisfacción.

Poco puedo decirles de este hombre que ustedes conocen mejor que yo. Pero les diré que a Zana le conocí primero de oídas, cuando ya su nombre sonaba entre los influyentes y de prestigio de esta estirpe del carbón de la montaña central. Con el tiempo nos encontramos en las redes, en Twitter, como les decía.


Un tal @Zanalord hacía rodar mi canto cada domingo. Al principio no me di cuenta o no sabía quién era exactamente aquel minero tiznado de carbón cuyos ojos brillaban por debajo de la blancura del casco y que hablaba de la profecía cumplida de una maestra:

“Minero, siempre Minero. Libros, música ajedrez, música, cine clásico y demás hobbies prohibidos. Y, sí tenía razón ella, mi profesora, soy el mismísimo diablo”.


Luego supe que aquel ‘perfil’ era el de Zana. Un ‘lord’ de la cuenca minera de Gordón que había exprimido sus raíces, paternas y maternas, en aquel nombre virtual. Supe que era aquel sindicalista a quien se respetaba tanto dentro como fuera de la mina. Y de quien los compañeros de profesión hablaban siempre con respeto.


Hoy me siento a su lado también con respeto y admiración para presentar sus Relatos Mineros, editados por Eolas y con prólogo de Julio Llamazares.


La pasión por las letras y la buena pluma de este Minero ya las conocía a través de sus artículos en prensa y también por el contenido y la redacción de muchos de los tuit que le he leído.


Ahora he tenido el placer de deslizarme por la rampa de su creatividad. Que un minero nos presente hoy un libro que destila la esencia de los últimos cien años de esta cuenca, de una forma de vida, de sus dolores y quebrantos y de la felicidad y el orgullo que trajo también el oficio del carbón, es ante todo un triunfo personal y colectivo.


La clase obrera luchó, y en ese deberíamos seguir, por el pan y las rosas. Y aquí están esos diez relatos como diez rosas olorosas que seguramente serán semilla de nuevas flores y otras letras. Porque lo de escribir me temo que tiene que algo que ver con lo de picar el carbón. La piedra es dura pero cuando te metes con ella ya no puedes parar.


Relatos Mineros es un libro testimonial, pero no de un solo hombre, su autor, sino de un tiempo y muchas gentes, de un territorio que se transformó con la actividad minera y con el aluvión de seres humanos llegados desde los lugares más insospechados -hasta de Pakistán hay noticias en esta cuenca- para engrasar la maquinaria de una economía autárquica que enriqueció a unos pocos con la sangre de muchos.

 

 Venían de todas partes. Como dice uno de los personajes del relato titulado ‘El primer día del resto de sus días’: “Yo llevo mes y medio aquí -habló el más alto y fuerte de todos ellos- vine desde Galicia en un camión cargado de gente tan engañada y necesitada como yo”.


Relatos Mineros es también como un grito en el silencio fantasmal en el que han quedado sumidas las cuencas tras el cerrojazo al carbón. Una voz clara frente a los tópicos y las maledicencias y también unos trazos de amor inmenso a la memoria personal y colectiva.


En este libro hablan los vivos y también los muertos, se siente el aire frío, helador, de la montaña y los pasos de los minerines sobre la nieve y se presiente el gas silencioso, inodoro e incoloro que es el grisú.

 

 



Se sufre la angustia de los pulmones silicosos y de tantos mineros que temían “meter el hambre en sus casas” a causa de la enfermedad y se comparte la pena con las mujeres enterradas en vida bajo un luto negro “como negro es el carbón que mató a su marido y que a la misma hora arrasó con su vida y con la de sus hijos”.


Hablan esas mujeres a las que se les otorgó el papel de reproductoras de productores en la lógica del capitalismo: “Y todo lo hizo con la resignación y el silencio que de ella se esperaba, pero con la dignidad que ella misma se impuso”, como escribe Zana en Más allá de seis palabras (Como una bola de nieve).


El compañerismo como base de todo lo que se consiguió y de la convivencia en el interior de la mina, el respeto a la experiencia y la veteranía, la bravura y profesionalidad de las Brigadas de Salvamento, las mañas de las empresas para camuflar su responsabilidad bajo la excusa del azar.


Toda la historia de Ciñera y de esta cuenca está presente en estos Relatos Mineros. Pero el autor va siempre más allá de lo local porque lo local es lo universal sin fronteras. Lo dijo Miguel Torga, el médico y escritor portugués.

Y lo dice Juan Carlos Lorenzana, el minero y escritor leonés, cuando escribe ese relato estremecedor ‘A veces el azar, las más no’ en el que saca el internacionalista que lleva dentro y tira del hilo de la historia compartida por tantos mineros en tantos lugares del mundo.


A muchos de ustedes las historias les serán familiares o rememorarán episodios personales, seguramente guardan historias que podrían aumentar hasta el infinito el número de relatos, los posibles principios y finales.


Relatos Mineros nace con la vocación de que esas voces anónimas y silenciadas trasciendan estos valles y montañas y dejen constancia de la épica y del drama del carbón vivida por sus auténticas protagonistas. Como dice el autor: “Se quiere abrir, mostrar, enseñar, más allá de las cuencas mineras, cómo fue que sufrimos, que luchamos, que lloramos y que reímos. Cómo fue que vivimos”


Y, como dijeron las feministas de la tercera ola, las de los años 60 y 70, lo personal es político. Había que contarlo y había que escribirlo.


Con este libro, un minero ha roto la maldición de que “Cuando todo esto acabe, se dijo, aquí no van a quedar más que malos recuerdos”.


Este libro llega justo a tiempo para rescatar esa vida de la tradición oral, del recuerdo y las experiencias vividas, de la genealogía personal y colectiva. Como dice el relato de El Camino “No mueren del todo las cosas, nunca mueren del todo mientras se siga pensando en ellas”.


Hay aquí narrativa, etnografía, memoria e historia. Realidad y ficción fundidas en una piedra de carbón.


Enhorabuena, Zana y enhorabuena Ciñera por contar ya con esta perla en la negrura postrera de la cuenca. 

 

Ciñera, 4 de mayo de 2019

 

Si habéis llegado hasta aquí merecéis saber que fue un acto abrumador por la cantidad de personas que acudieron y por el calor humano que se concentró en la Casa de Cultura de Ciñera.

 




sábado, 31 de octubre de 2020

PERIODISMO Y FEMINISMO EN LEÓN. La experiencia profesional y la vivencia personal


 


PERIODISMO Y FEMINISMO EN LEÓN. La experiencia profesional y la vivencia personal



Para empezar por el principio voy a ir al final. O no tanto. A un acontecimiento más o menos reciente. A finales de 2015 se celebraba el 40 aniversario de la Asociación Flora Tristán de León. Escudriñando en la hemeroteca comprobé la impronta que las feministas leonesas han dejado en la ciudad y en la provincia desde el momento de su nacimiento, en 1975, en la buhardilla del CCAN y con la dictadura dando coletazos y el dictador a punto de morir en la cama.

Aunque nadie lo adivinaba, los tiempos parecían intuirlo. Al socaire del Año Internacional de la Mujer y con el empuje de una juventud que quería abrir el camino hacia la libertad, las mujeres (feministas) se hicieron un hueco en la agenda de la actualidad de una capital de provincias que vivía envuelta en una neblina social, cultural y económica, dominada por el ‘Movimiento’ y el clero, los militares y una exigua clase burguesa con más afán nobiliario que intelectual.

Por supuesto, su presencia en las noticias es escasa, pero lo suficientemente elocuente como para abrir una brecha en la monotonía de las estaciones provinciales o provincianas de León. Yo no viví esa historia primera del feminismo en León, pero, como os decía, la hemeroteca es ilustrativa de los bríos con que vinieron al mundo.

Las madres del feminismo leonés, como las bauticé en un reportaje reciente, promulgaban (y ahí siguen) la independencia económica de la mujer, su acceso al trabajo remunerado en igualdad de condiciones (y ahí siguen), denunciaron la exclusión social y jurídica de las mujeres cuando al Ayuntamiento de León, con la democracia en marcha, le pareció que las firmas femeninas no eran válidas en una protesta contra un bingo, trabajaron codo con codo con las asociaciones vecinales y salieron a la calle, sin pedir permiso, para apoyar a las mujeres de Bilbao que iban a ser juzgadas por prácticas abortivas en Bilbao.

Corría el año 1979. Exigían la despenalización del aborto y educación sexual como solución a los embarazos no deseados. La noticia del periódico da cuenta de los panfletos que tiraron por la calle y hace notar la clamorosa ausencia de la policía porque no estaba enterada de la convocatoria. Los ataques en la prensa hacia las feministas no se hicieron esperar, como tampoco dudaron, los poderes fácticos, en cortar la emisión de un programa en una emisora leonesa.

Con la iglesia hemos topado. La entrevistada había dado “su opinión” sobre la influencia de la iglesia en las mujeres. Y no gustó. Las feministas incomodaban el statu quo. De tal manera que sus actividades fueron contraprogramadas por el poder cuando empezaron a convertir el 8 de marzo en una fecha reivindicativa para las mujeres. Hasta crearon una subdirección general de la Condición Femenina (dependiente del Ministerio de Cultura).

Aquel día, la noticia del Día de la Mujer Trabajadora con los actos organizados por Flora Tristán quedó relegada a un rincón inferior de la página porque trajeron a León a la susodicha, o dichosa, subdirectora. Como una gota de agua que va cayendo y horadando la piedra, las feministas influyeron en el cambio social e incluso político que se fraguaba en la era pos-dictadura queda reflejada en la prensa. Las páginas de los periódicos, unas veces más que otra, han confeccionado la pequeña historia de un movimiento que, aún siendo minoritario, ha tenido capacidad para penetrar también en el tejido estereotípico de los medios de comunicación. Las ‘Floras’ llegaron a tener un programa de radio propio en Radio Cadena Española (no sería mala idea que se intentaran recuperar las grabaciones para este Archivo).

El paisaje humano y social ha cambiado con su empuje y, en aquel entonces, gracias también a la influencia en los partidos políticos tanto del Gobierno como de la oposición. El feminismo ha sido una fuente de ideas de cambio hasta hoy. Y la era Zapatero posiblemente su principal exponente en muchos avances legislativos.

La prensa es testigo ( o testiga). El Centro de Planificación Familiar llegó de la mano de aquellas jóvenes feministas que, si no andan listas y si el PSOE no lo hubiera apoyado, se habría convertido en un centro de orientación familiar capitaneado por la concejala de Cultura y Servicios Sociales de la época.

El patriarcado siempre ha tenido claro que a las mujeres hay que encomendarle las cosas de mujeres. Como si el mundo en general no precisara de su mirada, de sus manos y de su sapiencia. En el periodismo sucede (o al menos sucedía) lo mismo. Desde los primeros tiempos de la prensa escrita en León las secciones firmadas por mujeres han tenido curiosos subtítulos como Letras Femeninas, esa columna con la que se abrió paso una maestra en las páginas del Diario de León hace 105 años, cinco menos que los que cumplió el rotativo este año.

¿Habéis visto Criadas y señoras?

A la joven que aspira a ser escritora o periodista se le encomienda la columna de los consejos de limpieza y al ir a buscar ayuda en la criada ‘negra’ de una de las mujeres de su selecto círculo de clase media blanca empieza a escarbar en la historia de esta legión de mujeres que hace el ‘trabajo invisible’ de los hogares en unas condiciones laborales y sociales deplorables.

Aunque la película tiene muchos aspectos criticables, me sirve como ejemplo de lo que sucedía en las redacciones hace 30 años. Las secciones blandas (Sucesos, Sanidad y Sociedad, e incluso tribunales en aquel entonces) eran adjudicadas sistemáticamente a las mujeres periodistas.

El periodismo abre la ventana a la actividad del feminismo, pero en la categoría de noticia blanda. De página par y complemento en los faldones. Como dice Gaye Tuchman en La producción de la noticia: “La práctica informativa es una ideología en acción” . Y el patriarcado controla esa ideología.

En su libro analiza cómo el movimiento feminista pasa del ostracismo y la ridiculización en el tratamiento informativo a convertirse en objeto de información cuando consiguen identificar a sus líderes como fuentes informativas y, de paso, socavar la estructura de la organización de ese movimiento. Kate Millet, por ejemplo, “abandonó su papel de liderazgo creado por los medios tras descubrir que la publicidad constante no solo la apartaba de sus amigas radicales, sino que interfería también con su capacidad para mantener su estilo de vida radical”, cito a Tuchman.

Salvando las distancia, o sin salvarlas que a lo mejor no son tantas, creo que he visto esto en varias ocasiones durante mi ejercicio profesionas. Es frecuente que este ‘problema’ de no encontrar portavoces aparezca en las redacciones cuando se trata de buscar una fuente entre mujeres que forman parte de las asociaciones feministas. Resulta difícil, a alguien que no tenga un poco de iniciación en el tema, encontrar portavoces a la hora de recoger reacciones, informaciones, valoraciones u opiniones ante temas de actualidad.

Esto no es muy pragmático de cara a aparecer en la agenda mediática. Pero quizá es la clave de la supervivencia del movimiento feminista bajo unos mínimos de coherencia. No os quiero desalentar, ni mucho menos, a buscar vuestro espacio en los medios de comunicación. Estoy hablando de vuestra capacidad para que no os reduzcamos a la categoría de tópico porque las ideologías dominantes eran masculinas, en el tiempo en que Tuchman analiza el movimiento feminista, y son masculinas en la actualidad.

Se han abierto muchas grietas y ventanas en los media. Pero en las redacciones se siguen ridiculizando noticias como la valoración del trabajo no remunerado de la sociedad -los cuidados a las personas dependientes- como parte del PIB. Y si hoy tienen una mayor cobertura es porque existen secciones específicas, o especiales, que mayoritariamente son cubiertas por mujeres periodistas.

Yo leí el libro de Tuchman en mis años de estudiante de Periodismo en Madrid. La noticia es una realidad construida y sus ladrillos tienen una ideología. Ahí empecé a tener claro que el mito de la objetividad era eso, un mito. Que hay miles de relatos que pueden optar a ser noticia pero sólo los que cumplen unos cánones van a pasar a esa ventana de la realidad que se abre en los medios de comunicación.

Particularmente interesante es el estudio del proceso de acceso a los medios del movimiento feminista en Estados Unidos que encuentra cabida finalmente, en periódicos como el New York Times, en las páginas especiales femeninas.

En 1987, en mi segundo verano de prácticas en Diario de León no recuerdo cómo me encuentro haciendo un reportaje en la primera casa de acogida para mujeres víctimas de malos tratos (piso refugio se llamaba entonces) que gestionaba la asociación Simone de Beauvoir. Todo era nuevo. Ni la policía ni la Guardia Civil tenían datos de las cifras del maltrato y el concepto de violencia de género todavía no había llegado a nuestro pensamiento, ni mucho menos a nuestro lenguaje.

Fue mi primer contacto con un problema que todavía hoy muestra una virulencia inimaginable entonces. La punta del iceberg es cada vez más grande. Al año siguiente empecé a trabajar en la Delegación del Bierzo y, a finales de 1991, me trasladan a León para hacerme cargo de la sección de Sanidad, Sucesos y Tribunales (Sociedad). Mis jefes decidieron que era la candidata más adecuada por ser mujer y porque ya conocía la dinámica de la redacción en León.

Yo debería estar contenta porque El Bierzo siempre ha sido como un destierro. Pero me fastidiaba que tomaran la decisión por mí. Mi antecesora (mis antecesoras) también eran mujeres periodistas.

Al encomendarnos los ‘temas de mujeres’, empezamos, o al menos yo, empecé a practicar una especie de sororidad obligada. A ver si me explico. Había que pelear tanto por conseguir media columna para un juicio de una violación, había que someterse cada tarde casi a un tercer grado para pasar el test del redactor jefe de turno que acababas por darte cuenta de lo necesario, urgente e importante que era que aquello saliera en el periódico del día siguiente.

Así que de alguna manera hemos crecido a este lado de la barricada. Y poco a poco algunos de los temas urgentes, importantes y necesarios fueron entrando en la agenda informativa hasta ser apropiados muchas veces por quienes nunca creyeron en ellos.

Menos mal que nos queda la hemeroteca. Ahí podemos ver cómo son las asociaciones de mujeres las primeras en poner sobre la mesa no sólo el problema de la violencia machista o de las violaciones (luego hablaré del caso del violador del chándal) sino también de cifras tan sangrantes como que el paro de las mujeres en León, en 1993, era el doble que el masculino. “Además de trabajadoras somos mujeres y por eso sufrimos dificultades añadidas”, señalaban las representantes de las asociaciones. ¿Os suena?

El violador del chándal. Si os fijáis en los numerosos recortes que habéis seleccionado sobre este caso para el proyecto Vitrinas observaréis que la mayoría de los relatos informativos sobre el caso ‘en caliente’, cuando la noticia de su persecución ocupaba las portadas de los periódicos, son firmados por hombres. El juicio y todo lo que vino después, salvo excepciones, lo trabajaron redactoras.

El violador del chándal ya no era tan importante para la jerarquía informativa cuando había que hablar de que trabajaba en la cárcel, cobraba un sueldo pero no pagaba ni una peseta a las víctimas.

La misma selección de los recortes que ahí aparecen nos habla de un orden de importancia. El violador fue un caso emblemático en el que una asociación, Flora Tristán, toma parte como acusación popular y creo que en parte tuvo que ver con el nacimiento de Adavas (entonces Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas) poco tiempo después.

Esta lucha judicial y mediática dio a las feministas un reconocimiento que hasta entonces no habían alcanzado, aunque fuera por poco tiempo. Luego habría que seguir labrando tierra dura. Y siguieron. Y las noticias sobre las falacias con las que el patriarcado justificaba las violaciones, los juicios de acosadores, como el del dueño de una clínica, a puerta cerrada, los programas de prevención de la violencia y las agresiones sexuales en los institutos, la discriminación de las madres solteras y familias monoparentales, la batalla por la ley de plazos… y muchas más volvieron mansamente a las páginas pares y a compartir espacio con la sección de breves.

Pero la gota ha seguido cayendo sobre la piedra y el agujero es un poco más grande. Y hemos tenido la oportunidad de entrevistar a gente deliciosa como la escritora egipcia Nawal Al Sadawi, oír hablar alto y claro sobre la prostitución a Rosario Carracedo, escuchar a Hawa Sawaneh los horrores de la ablación, hablar con Soledad Murillo de si es necesario o no un juzgado exclusivo, no sólo específico de violencia de género, recoger el testimonio personal de la fundadora de Isadora Duncan en un reportaje sobre la maternidad precoz, escribir sobre las cortapisas que las mujeres se ponen, o nos ponemos, para acceder al poder con la cualificada voz de Elena Simón, o dar a conocer que el sexismo existe pero hay que combatirlo en un artículo a propósito de la que las asociaciones feministas bautizaron como sentencia del estropajo (Un conductor condenado por los tribunales en León por arremeter contra una conductora a la que mandó a fregar)… Un lujo hablar con las expertas en lenguaje sexista como Eulalia Lledó (con la que acabaría discutiendo por el tema catalán… ) y otras que han llegado a León de la mano de las asociaciones feministas.

Pero, sin duda, la experiencia profesional y la vivencia personal con las víctimas de violencia de género ha sido la que más mella ha hecho también en los medios de comunicación. Durante estos 30 años no hemos dejado de hablar, con más o menos volumen, a veces con más acierto que otras, de las víctimas. Me pregunto si hemos hablado poco de los verdugos. Si hemos victimizado más de la cuenta. El tratamiento informativo de la violencia de género ha cambiado, pero todavía oímos hablar de crímenes pasionales…

Hemos transitado por este camino con pasión. Con la convicción de que el compromiso social de los medios de comunicación, del periodismo, no puede escamotear las luchas que cuestionan el patriarcado.

Ana Gaitero Alonso, 

León, julio de 2016


P. D. Guardo en mi archivo esta conferencia de julio de 2016 en el Musac en el SeminarioHistorias y archivas del movimiento feminista en el Estado español. Ni me imaginaba que dos años después estaríamos fundando una Asociación de Periodistas Feministas de Castilla y León.













lunes, 28 de septiembre de 2020

DE LO LOCAL A LO UNIVERSAL: MÁS QUE UN TÓPICO

 


Decía el escritor portugués Miguel Torga, que lo universal es lo local sin paredes.

Y dijo nuestro inefable Sabino Ordás que lo universal es lo local sin complejos.

Entre el incipiente movimiento ecologista de los años 70 se hizo famosa la sentencia: Piensa globalmente y actúa localmente.

La prensa local, y por extensión los medios de comunicación locales, han podido dejar atrás el provincianismo gracias a las oportunidades que proporcionan las nuevas tecnologías.

Los y las periodistas locales, de provincias, tenemos todas las herramientas para hacer información sin paredes y sin complejos. Podemos pensar globalmente e informar localmente. Es aquí donde quiero situar la importancia y la relevancia de los medios de comunicación más cercanos, la prensa de nuestras provincias o, por qué no, de nuestras pequeñas ciudades.

Y tomo como ejemplo la obra de la artista norteamericana Claire E. Rojas, que presentó su primera exposición en España en el Museo de Arte Contempóraneo de Castilla y León, ha hecho de la cultura popular de su región (Ohio, Estados Unidos) una forma de expresión de las preocupaciones femeninas del siglo XX, entroncadas con la tradición feminista de los años 70 en su país y particularmente en las visiones de artístas de los años 60 como Miriam Schapiro y Judy Chicago. Claire E. Rojas realiza una especie de patchwork con sus dibujos en los cuales las mujeres se liberan del papel que tradicionalmente se les ha dado en el arte, como seres pasivos y exhibidos. Son ellas las que contemplan el mundo con otra mirada. Y ellas mismas son expuestas de forma muy diferente a como se espera de las mujeres.

La mirada de género también cambia la realidad que se construye, día a día, en y desde los medios de comunicación.

Se trata de una mirada que tiene aún mucho que aportar a la prensa local, la que más cerca está de los problemas reales de la población en cada ciudad y en cada pueblo. O debería estarlo…

 

martes, 15 de septiembre de 2020

La Casa Grande

 



 

 Llueve en septiembre y el ruido del agua en la calle me transporta a aquella casa grande en la que pasé los últimos veranos de mi adolescencia.

Corríamos con los calderos de un lado a otro de la casa.

Ya no ardían los montes y en la cocina olía a pimientos fritos. 

Íbamos de la galería grande y recién encerada a la entrada del servicio, la que separa la cocina del resto de la casa, por donde el agua caía como una cascada por el tejado arrumbado y roto. No había manera de contener aquel torrente. No podíamos tapar nosotras las goteras del tiempo y el olvido.

 


 


Afuera, el magnolio exhalaba su perfume y las flores blancas brillaban como perlas bajo las gotas de agua.

Era el.comienzo del otoño, cuando el silencio se cernía sobre el jardín 

Las voces de los niños ya no se oían y el perro ya no ladraba.

Las patatas eran muy tiernas, tanto que se deshacían en la boca, y la carne me resultó deliciosa por primera vez en mi vida.