sábado, 31 de octubre de 2020

PERIODISMO Y FEMINISMO EN LEÓN. La experiencia profesional y la vivencia personal


 


PERIODISMO Y FEMINISMO EN LEÓN. La experiencia profesional y la vivencia personal



Para empezar por el principio voy a ir al final. O no tanto. A un acontecimiento más o menos reciente. A finales de 2015 se celebraba el 40 aniversario de la Asociación Flora Tristán de León. Escudriñando en la hemeroteca comprobé la impronta que las feministas leonesas han dejado en la ciudad y en la provincia desde el momento de su nacimiento, en 1975, en la buhardilla del CCAN y con la dictadura dando coletazos y el dictador a punto de morir en la cama.

Aunque nadie lo adivinaba, los tiempos parecían intuirlo. Al socaire del Año Internacional de la Mujer y con el empuje de una juventud que quería abrir el camino hacia la libertad, las mujeres (feministas) se hicieron un hueco en la agenda de la actualidad de una capital de provincias que vivía envuelta en una neblina social, cultural y económica, dominada por el ‘Movimiento’ y el clero, los militares y una exigua clase burguesa con más afán nobiliario que intelectual.

Por supuesto, su presencia en las noticias es escasa, pero lo suficientemente elocuente como para abrir una brecha en la monotonía de las estaciones provinciales o provincianas de León. Yo no viví esa historia primera del feminismo en León, pero, como os decía, la hemeroteca es ilustrativa de los bríos con que vinieron al mundo.

Las madres del feminismo leonés, como las bauticé en un reportaje reciente, promulgaban (y ahí siguen) la independencia económica de la mujer, su acceso al trabajo remunerado en igualdad de condiciones (y ahí siguen), denunciaron la exclusión social y jurídica de las mujeres cuando al Ayuntamiento de León, con la democracia en marcha, le pareció que las firmas femeninas no eran válidas en una protesta contra un bingo, trabajaron codo con codo con las asociaciones vecinales y salieron a la calle, sin pedir permiso, para apoyar a las mujeres de Bilbao que iban a ser juzgadas por prácticas abortivas en Bilbao.

Corría el año 1979. Exigían la despenalización del aborto y educación sexual como solución a los embarazos no deseados. La noticia del periódico da cuenta de los panfletos que tiraron por la calle y hace notar la clamorosa ausencia de la policía porque no estaba enterada de la convocatoria. Los ataques en la prensa hacia las feministas no se hicieron esperar, como tampoco dudaron, los poderes fácticos, en cortar la emisión de un programa en una emisora leonesa.

Con la iglesia hemos topado. La entrevistada había dado “su opinión” sobre la influencia de la iglesia en las mujeres. Y no gustó. Las feministas incomodaban el statu quo. De tal manera que sus actividades fueron contraprogramadas por el poder cuando empezaron a convertir el 8 de marzo en una fecha reivindicativa para las mujeres. Hasta crearon una subdirección general de la Condición Femenina (dependiente del Ministerio de Cultura).

Aquel día, la noticia del Día de la Mujer Trabajadora con los actos organizados por Flora Tristán quedó relegada a un rincón inferior de la página porque trajeron a León a la susodicha, o dichosa, subdirectora. Como una gota de agua que va cayendo y horadando la piedra, las feministas influyeron en el cambio social e incluso político que se fraguaba en la era pos-dictadura queda reflejada en la prensa. Las páginas de los periódicos, unas veces más que otra, han confeccionado la pequeña historia de un movimiento que, aún siendo minoritario, ha tenido capacidad para penetrar también en el tejido estereotípico de los medios de comunicación. Las ‘Floras’ llegaron a tener un programa de radio propio en Radio Cadena Española (no sería mala idea que se intentaran recuperar las grabaciones para este Archivo).

El paisaje humano y social ha cambiado con su empuje y, en aquel entonces, gracias también a la influencia en los partidos políticos tanto del Gobierno como de la oposición. El feminismo ha sido una fuente de ideas de cambio hasta hoy. Y la era Zapatero posiblemente su principal exponente en muchos avances legislativos.

La prensa es testigo ( o testiga). El Centro de Planificación Familiar llegó de la mano de aquellas jóvenes feministas que, si no andan listas y si el PSOE no lo hubiera apoyado, se habría convertido en un centro de orientación familiar capitaneado por la concejala de Cultura y Servicios Sociales de la época.

El patriarcado siempre ha tenido claro que a las mujeres hay que encomendarle las cosas de mujeres. Como si el mundo en general no precisara de su mirada, de sus manos y de su sapiencia. En el periodismo sucede (o al menos sucedía) lo mismo. Desde los primeros tiempos de la prensa escrita en León las secciones firmadas por mujeres han tenido curiosos subtítulos como Letras Femeninas, esa columna con la que se abrió paso una maestra en las páginas del Diario de León hace 105 años, cinco menos que los que cumplió el rotativo este año.

¿Habéis visto Criadas y señoras?

A la joven que aspira a ser escritora o periodista se le encomienda la columna de los consejos de limpieza y al ir a buscar ayuda en la criada ‘negra’ de una de las mujeres de su selecto círculo de clase media blanca empieza a escarbar en la historia de esta legión de mujeres que hace el ‘trabajo invisible’ de los hogares en unas condiciones laborales y sociales deplorables.

Aunque la película tiene muchos aspectos criticables, me sirve como ejemplo de lo que sucedía en las redacciones hace 30 años. Las secciones blandas (Sucesos, Sanidad y Sociedad, e incluso tribunales en aquel entonces) eran adjudicadas sistemáticamente a las mujeres periodistas.

El periodismo abre la ventana a la actividad del feminismo, pero en la categoría de noticia blanda. De página par y complemento en los faldones. Como dice Gaye Tuchman en La producción de la noticia: “La práctica informativa es una ideología en acción” . Y el patriarcado controla esa ideología.

En su libro analiza cómo el movimiento feminista pasa del ostracismo y la ridiculización en el tratamiento informativo a convertirse en objeto de información cuando consiguen identificar a sus líderes como fuentes informativas y, de paso, socavar la estructura de la organización de ese movimiento. Kate Millet, por ejemplo, “abandonó su papel de liderazgo creado por los medios tras descubrir que la publicidad constante no solo la apartaba de sus amigas radicales, sino que interfería también con su capacidad para mantener su estilo de vida radical”, cito a Tuchman.

Salvando las distancia, o sin salvarlas que a lo mejor no son tantas, creo que he visto esto en varias ocasiones durante mi ejercicio profesionas. Es frecuente que este ‘problema’ de no encontrar portavoces aparezca en las redacciones cuando se trata de buscar una fuente entre mujeres que forman parte de las asociaciones feministas. Resulta difícil, a alguien que no tenga un poco de iniciación en el tema, encontrar portavoces a la hora de recoger reacciones, informaciones, valoraciones u opiniones ante temas de actualidad.

Esto no es muy pragmático de cara a aparecer en la agenda mediática. Pero quizá es la clave de la supervivencia del movimiento feminista bajo unos mínimos de coherencia. No os quiero desalentar, ni mucho menos, a buscar vuestro espacio en los medios de comunicación. Estoy hablando de vuestra capacidad para que no os reduzcamos a la categoría de tópico porque las ideologías dominantes eran masculinas, en el tiempo en que Tuchman analiza el movimiento feminista, y son masculinas en la actualidad.

Se han abierto muchas grietas y ventanas en los media. Pero en las redacciones se siguen ridiculizando noticias como la valoración del trabajo no remunerado de la sociedad -los cuidados a las personas dependientes- como parte del PIB. Y si hoy tienen una mayor cobertura es porque existen secciones específicas, o especiales, que mayoritariamente son cubiertas por mujeres periodistas.

Yo leí el libro de Tuchman en mis años de estudiante de Periodismo en Madrid. La noticia es una realidad construida y sus ladrillos tienen una ideología. Ahí empecé a tener claro que el mito de la objetividad era eso, un mito. Que hay miles de relatos que pueden optar a ser noticia pero sólo los que cumplen unos cánones van a pasar a esa ventana de la realidad que se abre en los medios de comunicación.

Particularmente interesante es el estudio del proceso de acceso a los medios del movimiento feminista en Estados Unidos que encuentra cabida finalmente, en periódicos como el New York Times, en las páginas especiales femeninas.

En 1987, en mi segundo verano de prácticas en Diario de León no recuerdo cómo me encuentro haciendo un reportaje en la primera casa de acogida para mujeres víctimas de malos tratos (piso refugio se llamaba entonces) que gestionaba la asociación Simone de Beauvoir. Todo era nuevo. Ni la policía ni la Guardia Civil tenían datos de las cifras del maltrato y el concepto de violencia de género todavía no había llegado a nuestro pensamiento, ni mucho menos a nuestro lenguaje.

Fue mi primer contacto con un problema que todavía hoy muestra una virulencia inimaginable entonces. La punta del iceberg es cada vez más grande. Al año siguiente empecé a trabajar en la Delegación del Bierzo y, a finales de 1991, me trasladan a León para hacerme cargo de la sección de Sanidad, Sucesos y Tribunales (Sociedad). Mis jefes decidieron que era la candidata más adecuada por ser mujer y porque ya conocía la dinámica de la redacción en León.

Yo debería estar contenta porque El Bierzo siempre ha sido como un destierro. Pero me fastidiaba que tomaran la decisión por mí. Mi antecesora (mis antecesoras) también eran mujeres periodistas.

Al encomendarnos los ‘temas de mujeres’, empezamos, o al menos yo, empecé a practicar una especie de sororidad obligada. A ver si me explico. Había que pelear tanto por conseguir media columna para un juicio de una violación, había que someterse cada tarde casi a un tercer grado para pasar el test del redactor jefe de turno que acababas por darte cuenta de lo necesario, urgente e importante que era que aquello saliera en el periódico del día siguiente.

Así que de alguna manera hemos crecido a este lado de la barricada. Y poco a poco algunos de los temas urgentes, importantes y necesarios fueron entrando en la agenda informativa hasta ser apropiados muchas veces por quienes nunca creyeron en ellos.

Menos mal que nos queda la hemeroteca. Ahí podemos ver cómo son las asociaciones de mujeres las primeras en poner sobre la mesa no sólo el problema de la violencia machista o de las violaciones (luego hablaré del caso del violador del chándal) sino también de cifras tan sangrantes como que el paro de las mujeres en León, en 1993, era el doble que el masculino. “Además de trabajadoras somos mujeres y por eso sufrimos dificultades añadidas”, señalaban las representantes de las asociaciones. ¿Os suena?

El violador del chándal. Si os fijáis en los numerosos recortes que habéis seleccionado sobre este caso para el proyecto Vitrinas observaréis que la mayoría de los relatos informativos sobre el caso ‘en caliente’, cuando la noticia de su persecución ocupaba las portadas de los periódicos, son firmados por hombres. El juicio y todo lo que vino después, salvo excepciones, lo trabajaron redactoras.

El violador del chándal ya no era tan importante para la jerarquía informativa cuando había que hablar de que trabajaba en la cárcel, cobraba un sueldo pero no pagaba ni una peseta a las víctimas.

La misma selección de los recortes que ahí aparecen nos habla de un orden de importancia. El violador fue un caso emblemático en el que una asociación, Flora Tristán, toma parte como acusación popular y creo que en parte tuvo que ver con el nacimiento de Adavas (entonces Asociación de Asistencia a Mujeres Violadas) poco tiempo después.

Esta lucha judicial y mediática dio a las feministas un reconocimiento que hasta entonces no habían alcanzado, aunque fuera por poco tiempo. Luego habría que seguir labrando tierra dura. Y siguieron. Y las noticias sobre las falacias con las que el patriarcado justificaba las violaciones, los juicios de acosadores, como el del dueño de una clínica, a puerta cerrada, los programas de prevención de la violencia y las agresiones sexuales en los institutos, la discriminación de las madres solteras y familias monoparentales, la batalla por la ley de plazos… y muchas más volvieron mansamente a las páginas pares y a compartir espacio con la sección de breves.

Pero la gota ha seguido cayendo sobre la piedra y el agujero es un poco más grande. Y hemos tenido la oportunidad de entrevistar a gente deliciosa como la escritora egipcia Nawal Al Sadawi, oír hablar alto y claro sobre la prostitución a Rosario Carracedo, escuchar a Hawa Sawaneh los horrores de la ablación, hablar con Soledad Murillo de si es necesario o no un juzgado exclusivo, no sólo específico de violencia de género, recoger el testimonio personal de la fundadora de Isadora Duncan en un reportaje sobre la maternidad precoz, escribir sobre las cortapisas que las mujeres se ponen, o nos ponemos, para acceder al poder con la cualificada voz de Elena Simón, o dar a conocer que el sexismo existe pero hay que combatirlo en un artículo a propósito de la que las asociaciones feministas bautizaron como sentencia del estropajo (Un conductor condenado por los tribunales en León por arremeter contra una conductora a la que mandó a fregar)… Un lujo hablar con las expertas en lenguaje sexista como Eulalia Lledó (con la que acabaría discutiendo por el tema catalán… ) y otras que han llegado a León de la mano de las asociaciones feministas.

Pero, sin duda, la experiencia profesional y la vivencia personal con las víctimas de violencia de género ha sido la que más mella ha hecho también en los medios de comunicación. Durante estos 30 años no hemos dejado de hablar, con más o menos volumen, a veces con más acierto que otras, de las víctimas. Me pregunto si hemos hablado poco de los verdugos. Si hemos victimizado más de la cuenta. El tratamiento informativo de la violencia de género ha cambiado, pero todavía oímos hablar de crímenes pasionales…

Hemos transitado por este camino con pasión. Con la convicción de que el compromiso social de los medios de comunicación, del periodismo, no puede escamotear las luchas que cuestionan el patriarcado.

Ana Gaitero Alonso, 

León, julio de 2016


P. D. Guardo en mi archivo esta conferencia de julio de 2016 en el Musac en el SeminarioHistorias y archivas del movimiento feminista en el Estado español. Ni me imaginaba que dos años después estaríamos fundando una Asociación de Periodistas Feministas de Castilla y León.













1 comentario: