viernes, 6 de diciembre de 2013

En sábado



Como todos los sábados, hizo su lista de la compra y salió de casa temprano. Recogió el periódico que Cristina, la quiosquera, le reservaba por el capricho del suplemento literario, y que hoy llevaba un regalo especial. Ni siquiera se paró a tomar un café con churros, como acostumbraba. Siguió su camino por las calles desgastadas por el tiempo y avivadas por el ajetreo del mercado. Se paró en el puesto de su hortelana de confianza, la señora Máxima. A ella le compraba lo que traía de su huerta, verduras de temporada, alguna frutilla en verano,  nueces en otoño y berzas y calabaza en invierno. De regalo, siempre se llevaba algún retazo de historia metido en su mochila. Le impresionó la de la niña del pueblo a la que bautizaron Libertad en el 34 y María en el 39. Su padre fue paseado y la madre tuvo que dejar el pueblo, acosada por los falangistas y por la pobreza. ¡Cosas de la vida!, suspiraba la mujer.  Al sábado siguiente le desveló que la mujer emigró a México, en un barco que zarpó de Francia. Y al siguiente pudo saber que María Libertad, así se llamaba ahora, regresó al pueblo de su madre un buen día con una cría de la mano que ahora era una de las pocas jóvenes que viven en el pueblo.  Adriana se acercaba al puesto impulsada, creía ella, por su gusto por las verduras naturales y recién cortadas. En realidad, se alimentaba tanto de la huerta como de la memoria de la señá Maxi. Esa mañana no se encontró con aquella cara surcada por las arrugas y embellecida por su sonrisa, no estaba allí. Su puesto lo ocupaba  una joven con un vestido estampado de flores, melena castaña y ojos negros.Ofrecía, además de las hortalizas de temporada, ramilletes de té del monte, albahaca y ciruelas claudias. “La señá Maxi, le dijo, se subió a la barca que nos lleva al otro lado de la vida”, dijo la joven con una naturalidad inquietante. Era Tania, seguro, pensó. Tan acostumbrada a lidiar con la desgracia, en la memoria y en la vida. A Adriana le resbalaron las lágrimas por la cara. Retorció el periódico con las manos y lamentó no haber publicado antes su artículo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario