Os convoco a todas: las ausentes y las presentes
Las abuelas que nunca vi, ni me tocaron
Yo no existía
¡Qué triste es no haber sentido el cariño de una abuela!
(Quien no conoce abuela, no conoce cosa buena)
Sólo puedo imaginármela tendida en la cama, ausente de la
vida,
por la vida robada de su hijo en la guerra.
Postrada, ebria de soledad, la otra, tirana. Látigo para mi
madre, cuando aún no era mi madre.
No conocí abuelas, pero tuve y tengo muchas mujeres buenas,
fértiles, sabias.
Mi sol y mi luna. Lucía.
Nací rodeada de mujeres, muchas adultas y dos niñas. Mis hermanas.
Después de mi primer grito, tía Eloína llegó enseguida, en el taxi... como hacía en cada parto.
Crujían las tablas del puente de Villafer.
Se entornaba la puerta verde y entraba una mujer alta, buena moza.
Morena, de las del 'Moreno' de San Miguel.
Antes o después llegaba. Siempre venía.
Crujían las tablas del puente de Villafer.
Se entornaba la puerta verde y entraba una mujer alta, buena moza.
Morena, de las del 'Moreno' de San Miguel.
Antes o después llegaba. Siempre venía.
A mover la casa y atender a mi madre, a su hermana, y a las criaturas.
Y siguió viniendo a casa cada verano, con su ristra de
refranes en la boca.
Y su pequeño mundo guardado en una maleta
¡Qué gran corazón! Fue la abuela de veintitantos sobrinos y
sobrinas. No lloró por su destino.
Ama de cría, lavandera, vendimiadora, agricultora. Trabajó
duro, muy duro.
Su cabeza siempre le daba vueltas y tenía miedo a caerse
Un día de invierno, febrero de 1973, resbaló en la nieve y se quedó tendida en
la acera
Y la chica se fue corriendo, riendo…
Tía Eloína se levantó sola.
¡La cuna que te meneó!, nos gritaba cuando intentaba
enfadarse. Nos reíamos.
La recuerdo bailando con mi madre en las fiestas y en la cocina. Escogiendo garbanzos o lentejas.
En la manga del río, con la pozaleta de ropa.
En las tierras, entresacando remolacha. Sudando.
En la manga del río, con la pozaleta de ropa.
En las tierras, entresacando remolacha. Sudando.
Y cantando. Con sus vestidos de florecitas y sus jabones
olorosos.
Nos hacía picatostes en Semana Santa
La tía Eloina era el regazo de mi madre. Llenaba nuestra
casa con sus visitas.
Hace años que se fue. Su cabeza dejó de dar vueltas. Lejos. La despedimos en su pueblo.
A orillas del Esla. Todo sucedió cerca del río.
A orillas del Esla. Todo sucedió cerca del río.
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