viernes, 18 de octubre de 2013

Buenas noticias

Primero me dieron la mala noticia. Y luego la buena: Se habían equivocado. Los errores a veces son afortunados. Pero la computadora se había vuelto loca y repetía y repetía el envío de la mala noticia a mi buzón. Llegué a sentir pánico cada vez que introducía mi clave en el proveedor del servicio para acceder al buzón. Eché de menos a la cartera de mi barrio. Al menos habría podido quejarme y ella me habría escuchado con su carrito amarillo y azul por testigo. Eché mano de un lazo rojo en el intento fallido de amordazar el correo electrónico. Los imaginé ardiendo en el fuego y los vi volar en las cenizas, como aquellas cartas de amor que un día me cansé de tener guardadas en un cofre de madera. Cerré la computadora y la cubrí con un paño bordado a crucetilla. Me olvidé de la mala noticia.

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