martes, 10 de diciembre de 2013

Brujas y Brujas


Brujas


Un grupo de brujas extemporáneas se juntaron un día para compartir fórmulas que habían perdido su poder, miedos que se apoderaban de ellas, secretos que había que romper... Llegaron sobre sus escobas coloreando el cielo y reconstruyendo las nubes.

Se reunieron en un espacio virtual, pero real. La plaza de la Sororidad, de la ciudad de las Helvéticas. Iban ataviadas con vestidos de colores. Nada de gris y negro. Rompían el típico-tópico de la imagen de las brujas que nos llega desde la profundidad de los siglos. Alguna llevaba flores en el cabello y otras collares, pulseras, pendientes y anillos de ámbar, amatista o cuarzo rosa. Todas estas piedras, cuentan, tienen poderes especiales y son preciosas.

Una de las brujas, muy dotada para las bellas artes, se encargó de mezclar los colores inimaginados en una paleta invisible.

Se miraban unas a otras con fascinación. Y empezaron a preparar sus propias paletas. Extendieron las telas. Eran una caja de sorpresas. Reunidas en aquella plaza se atrevieron a preparar las pócimas que no eran capaces de crear en la soledad de su pequeño y umbrío laboratorio.

Después de pintar las nubes con aquellos colores nuevos, tejieron una carpa con sus viejos vestidos y bordaron en las telas palabras de liberación, de amor, de sosiego y de revolución. Palabras mágicas. Palabras poderosas. Palabras.

Al finalizar el arduo y placentero trabajo -también hubo algún sollozo, pues hasta las brujas lloran- decidieron soltar las riendas del paraguas protector y dejarlo a su libre albedrío. Echó a volar. En ese instante todas sintieron una punzada de dolor en medio de sus sororas y sonoras risas.


Y Brujas...







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