sábado, 19 de mayo de 2012

Una chica como yo *


Por Ana Gaitero



Autoridades,  colegas, amigas y amigos
Buenas tardes:
Los pequeños detalles son auténticos tesoros. Tan solo uno basta para enriquecer el instante que pasa y cambiar el mundo”. Los pájaros, de Germano Zullo.
El valor de las pequeñas cosas
Hace unos días, cuando me comunicaron que había ganado el Premio Fabián Estapé por el reportaje “El campo más verde”, un colega encontró paradójico que una periodista que ha dedicado buena parte de sus esfuerzos a las causas sociales reciba un premio de periodismo económico.
Yo misma me sentí una extraña en este foro hace cuatro años cuando recogí el primer galardón, compartido entonces con una joven periodista, Marga Luengo, a día de hoy una de las casi siete mil personas que han perdido su empleo en el periodismo desde que empezó la crisis.
¿Qué hace una chica cómo tú en un sitio cómo éste?, me preguntaba, cantando por lo bajo, para sosegarme, la canción de los Burning. Una chica que había estudiado periodismo con la ilusión de contar historias más que de hacer números.
Pero resulta que detrás de la gente siempre está la economía. Y la economía, pienso yo, debe estar al servicio de las personas. Yo misma fui educada en un colegio de la obra social de la Caja. Esa que ahora no sabe, ni contesta a la sociedad que llama a sus puertas. Y acudí a un instituto público y luego fui a estudiar a Madrid a la universidad pública porque había becas y manos para trabajar.
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En esta ocasión mi intrusismo en el Estapé puede ser aún más grave. Es cierto que la Asociación Leonesa de Periodistas ha cambiado el apellido del premio –ahora se llama socioeconómico- lo cual daba una cierta oportunidad a mi supuesto perfil o estereotipo de periodista de lo “social”.
Pero voy yo y presento un trabajo sobre agricultura y ganadería. Y resulta que la economía agrícola ha sido expulsada del Samuelson, una de las ‘biblias’ en las que estudiantes de económicas y también de periodismo aprenden las nociones básicas de la economía.
 “Lo pequeño es hermoso”, señalan los autores, al indicar en el prólogo de la décimo octava edición que el libro ha perdido un cuarto de su peso:  “Hemos eliminado la economía agrícola, los sindicatos, la economía marxista, la falacia del peso de la mano de obra y la economía de la salud a fin de dejar espacio para la economía ambiental, la economía de redes, los ciclos reales de negocios y la economía financiera”.
Me tranquiliza leer el párrafo completo, pues el reportaje ahora premiado encajaría en una parte de la doctrina económica salvada por el Samuelson: ¿quizás la ambiental al tratarse de un trabajo sobre la ganadería y la agricultura ecológicas en la provincia de León?
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La vida está llena de paradojas, me digo a mí misma: “Tú que eres feminista y defensora de la paridad eres premiada por un jurado absolutamente masculino”. Pero no se trata de mí, sino del lugar que ocupan las periodistas, economistas, empresarias… las mujeres en general. O mejor dicho, de los lugares que no ocupan. Porque haberlas, haylas.
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Dicho ésto, sigo confusa e inquieta porque, personalmente, no acabo de encontrar la conexión entre la realidad de la economía, la que cada día sufren, sufrimos, millones de personas, y la economía financiera que manejan unos pocos para beneficio de unos pocos con el obtuso lenguaje de la prima de riesgo y el rating de solvencia; o la obscenidad de los CDS, que no es un partido político resucitado, sino los ‘credits defaults swap”, seguros que para sus tenedores convierten la caída de Grecia en una opción más ventajosa que su salvación.
Hemos pasado de la burbuja inmobiliaria al desapalancamiento de los bancos, pero estamos en la sima más profunda de la crisis. Y aquí pongo en entredicho el razonamiento de mi colega: la economía está íntimamente ligada a lo social. Siempre ha sido así.
Y ahora más que nunca. Porque la crisis económica se está llevando por delante los derechos laborales y servicios sociales. El supuesto estado del bienestar es arrasado por el sunami de la desregulación laboral y las amputaciones irreparables en sectores básicos,  como son la educación, la sanidad y los siempre olvidados servicios sociales.
El Estado ha recortado un 40% el presupuesto que dedicaba a los servicios sociales básicos, tal y como denunció estos días en León la presidenta del Consejo de Colegios de Trabajo Social. El desmantelamiento de los servicios sociales da paso a un sistema de beneficencia y caritativo para la gente empobrecida por la crisis y, paralelamente, a una red privada sólo al alcance de las rentas más altas y privilegiadas.
Cada vez hay más gente cerca del ropero de Cáritas y más lejos de las marcas del fashionismo.
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La crisis es económica, pero lo es sobre todo de valores porque, entre otras cosas, socava las bondades de la democracia representativa: si la hoja de ruta de los mercados priva de soberanía a los gobiernos, la promesa del mandato popular a través de las urnas se convierte en auténtica agua de borrajas. No digamos ya las promesas electorales, que andan por los suelos y por debajo de las alfombras de La Moncloa.
Ahora que se cumplen doscientos años de la Constitución de 1812 es oportuno recordar el contenido de su artículo 13, que dice: “El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen”.
Está claro que dos siglos después, la felicidad del pueblo es una asignatura pendiente de los Gobiernos. Ahora su misión parece que es amargarnos la vida, “por nuestro bien”. Pero no es verdad que “Quien bien te quiere te hará llorar”. Ya vamos aprendiendo que el amor es otra cosa.
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Se oye decir a la gente “volvemos a los años 60” o “hay que regresar al campo”. Frases que en el fondo hablan de la tremenda involución que se está produciendo en nuestra sociedad y de la necesidad de un cambio de rumbo.
Cada vez son más las personas que deciden pasar de la indignación a la acción. La primera generación agroecológica de León es una avanzadilla de la nueva economía social, basada también en el comercio justo, en la creación de redes de apoyo mutuo y en el respeto al medio ambiente, a la salud de las personas y a los derechos humanos. Basada en el amor al planeta.
La primera mujer Nobel de Economía (2009), Elinor Ostrom, fue premiada como estudiosa destacada en el área de recursos compartidos o bienes comunes y en particular en cómo los seres humanos interactúan para mantener a largo plazo los niveles de producción de bosque, recursos hidrológicos, pesca, sistemas de irrigación y pastizales.
Ayer mismo recayó el premio Príncipe de Asturias a las Ciencias Sociales en la filósofa Marta Nusbaum, cuyo pensamiento se basa en el convencimiento de que quienes entienden de distinta manera lo que es el bien “pueden ponerse de acuerdo sobre principios éticos universales, aplicables allí donde se dé una situación de injusticia o discriminación”.
No son hechos aislados. En la aldea global hay conexiones infinitas entre lo grande y lo pequeño. El fin de semana pasado se celebró en Ponferrada la I Feria de la Sostenibilidad y hoy arranca en León el Festival Mundo Ético con una nueva pedalada del colectivo Bici Crítica. La Oficina Verde de la Universidad de León y famosos como Javier Pascual, Raúl Quijano y Manolo Martínez se suman al impulso de esta masa crítica que ha ido creciendo en las calles de León los últimos jueves de cada mes. Al menos por hoy son noticia.
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Porque al periodismo imperante de hoy le cuesta ver y dar las noticias de la calle, las de andar por casa y que más interesan a la gente. La crisis en los medios de comunicación no se puede reducir sólo a la revolución digital. Hay también una crisis de contenidos. Con todos los medios tecnológicos a su alcance, los medios de comunicación de masas viven cautivos de las agendas políticas y llegan a rechazar aquello que no llegue vía comunicados o convenientemente filtrado por el gobierno de turno, la facción del partido correspondiente o influyentes personajes del mundo empresarial, social o cultural.
Prácticas que por un lado facilitan la vida del periodista, por otro se han convertido en trampas para hacer información digna. El mismo gabinete de prensa que te manda notas y hasta fotos de las hazañas cotidianas del político o institución al que sirve, te niega el acceso a fuentes de información imprescindibles para contrastar una noticia o completar un reportaje. Simplemente no contestan a las preguntas o te remiten al gabinete de prensa de la Consejería de turno.
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He recibido estos días muchas muestras de reconocimiento y afecto por parte de personas cercanas y de algunas que ni siquiera conozco. Mi compañero Emilio Gancedo me definió en un generoso artículo como una periodista que “pisa más tierra que moqueta”. Realmente me sentí halagada. Pero es bien cierto que he tenido la oportunidad de desarrollar mi trabajo al margen de esa agenda cocinada porque el periódico para el que trabajo, el Diario de León, y sus sucesivos editores y directores han apostado por crear y mantener espacios periodísticos propios, en los que la investigación y el trabajo a pie de calle tienen un importante peso. Martínez Carrión, Fernando Aller y Pablo Lago, los tres directores que he tenido.
Pienso que nuestra misión como periodistas no es sólo informar, sino reivindicar estos espacios y llevar la voz de la calle a las historias que contamos. No se trata sólo de lo que nos den o dejen hacer. Se trata de no conformarse con lo que hay. De quejarse un poco menos y hacer un poco más.

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Por primera vez, el pasado 3 de mayo, día mundial de la Libertad de Expresión, centenares de periodistas salimos a la calle en España para reclamar un periodismo digno. Incluso en León, donde parecía imposible.
Periodismo digno es hacer información con rigor y estar al servicio de la sociedad. Para eso hace falta que haya periodistas en las redacciones y pluralidad de medios informativos. Hacen falta sueldos dignos y no dar marcha atrás en los logros que heredamos de las luchas de quienes nos precedieron. Que la crisis no se convierta en una excusa. En la prensa y en todos los rincones de la sociedad.
Suscribo con la periodista y escritora leonesa Olga Rodríguez la cita de Eduardo Galeano, que ella ha escogido para encabezar su libro “Yo muero hoy”, presentado el martes en León: “Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Súmemonos a esa gente pequeña que hace pequeñas cosas desde lugares pequeños.
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Agradezco al jurado la valoración que ha hecho de este trabajo, que para mí representa el valor de las pequeñas cosas como motor de cambio en el mundo.  También estoy agradecida a los agricultores y agricultoras que tan generosamente me ayudaron a prepararlo compartiendo sus experiencias desde Matalabos del Páramo y Matadeón de los Oteros a Quilós, en las fértiles tierras bercianas, donde empecé mi carrera profesional.
Quiero mencionar también las espléndidas fotografías que Jesús Salvadores y Ana Barredo pusieron a este reportaje. Y al compañero Luis Cano por la maquetación.
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En este día de celebración no puedo dejar de recordar a unas personas muy importantes que nos han dejado y suponen grandes pérdidas para la ciencia de la economía y para la profesión periodística:
Al profesor Fabián Estapé que da nombre y prestigio a este premio.
A Vicente Pueyo, redactor jefe y compañero del Diario de León desde que empecé a hacer prácticas en aquella legendaria redacción de Lucas de Tuy.
A Maite Almanza, la incansable y risueña periodista del Diario de León en Astorga, La Maragatería, La Bañeza, La Cabrera…
Y a José Luis Estrada, que también fue compañero del Diario en mis comienzos y nos dejó en herencia su libro ‘A la plaza’
Se merecen nuestro homenaje, recordando y rescatando de la hemeroteca su contribución al periodismo y el servicio que prestaron a León con sus plumas.
Muchas gracias (y mucha suerte, añado ahora).



 *Discurso leído el 17 de mayo de 2012 en el Hostal de San Marcos de León en el acto de entrega del IV Premio de Periodismo Socioeconómico Fabián Estapé convocado por la Asociación de la Prensa de León (APL) y patrocinado por la empresa Construcciones Lorenzo García Blanco.

3 comentarios:

  1. Estupendas y valientes reflexiones.
    Deberían leer esto muchas personas que dirigen distintos medios tradicionales(escritos, radios, Tv...).
    Quizá se lamentarían menos, y harían un poco más de autocrítica, de la crisis de identidad de los medios de comunicación, de la que se empezó a hablar antes que de esta otra que lo cubre todo, y que ahora parece subsumida en ella.

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  2. En primer lugar felicidades por el premio y en segundo lugar ¡¡Cuánta razón tienes!! Un saludo.

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  3. Mara y José Luis. Muchas gracias!! Un saludo

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