Por Ana Gaitero
Autoridades, colegas,
amigas y amigos
Buenas tardes:
“Los pequeños detalles
son auténticos tesoros. Tan solo uno basta para enriquecer el instante que pasa
y cambiar el mundo”. Los pájaros, de Germano Zullo.
El valor de las
pequeñas cosas
Hace unos días, cuando me
comunicaron que había ganado el Premio Fabián Estapé por el reportaje “El campo
más verde”, un colega encontró paradójico que una periodista que ha dedicado
buena parte de sus esfuerzos a las causas sociales reciba un premio de periodismo
económico.
Yo misma me sentí una extraña en
este foro hace cuatro años cuando recogí el primer galardón, compartido entonces
con una joven periodista, Marga Luengo, a día de hoy una de las casi siete mil
personas que han perdido su empleo en el periodismo desde que empezó la crisis.
¿Qué hace una chica cómo tú en un
sitio cómo éste?, me preguntaba, cantando por lo bajo, para sosegarme, la
canción de los Burning. Una chica que
había estudiado periodismo con la ilusión de contar historias más que de hacer
números.
Pero resulta que detrás de la
gente siempre está la economía. Y la economía, pienso yo, debe estar al
servicio de las personas. Yo misma fui educada en un colegio de la obra social
de la Caja. Esa que ahora no sabe, ni contesta a la sociedad que llama a sus
puertas. Y acudí a un instituto público y luego fui a estudiar a Madrid a la
universidad pública porque había becas y manos para trabajar.
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En esta ocasión mi intrusismo en
el Estapé puede ser aún más grave. Es cierto que la Asociación Leonesa de
Periodistas ha cambiado el apellido del premio –ahora se llama socioeconómico-
lo cual daba una cierta oportunidad a mi supuesto perfil o estereotipo de periodista
de lo “social”.
Pero voy yo y presento un trabajo
sobre agricultura y ganadería. Y resulta que la economía agrícola ha sido
expulsada del Samuelson, una de las ‘biblias’ en las que estudiantes de
económicas y también de periodismo aprenden las nociones básicas de la economía.
“Lo pequeño es hermoso”, señalan los autores,
al indicar en el prólogo de la décimo octava edición que el libro ha perdido un
cuarto de su peso: “Hemos eliminado la
economía agrícola, los sindicatos, la economía marxista, la falacia del peso de
la mano de obra y la economía de la salud a fin de dejar espacio para la
economía ambiental, la economía de redes, los ciclos reales de negocios y la
economía financiera”.
Me tranquiliza leer el párrafo
completo, pues el reportaje ahora premiado encajaría en una parte de la
doctrina económica salvada por el Samuelson: ¿quizás la ambiental al tratarse
de un trabajo sobre la ganadería y la agricultura ecológicas en la provincia de
León?
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La vida está llena de paradojas,
me digo a mí misma: “Tú que eres feminista y defensora de la paridad eres premiada
por un jurado absolutamente masculino”. Pero no se trata de mí, sino del lugar
que ocupan las periodistas, economistas, empresarias… las mujeres en general. O
mejor dicho, de los lugares que no ocupan. Porque haberlas, haylas.
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Dicho ésto, sigo confusa e
inquieta porque, personalmente, no acabo de encontrar la conexión entre la
realidad de la economía, la que cada día sufren, sufrimos, millones de
personas, y la economía financiera que manejan unos pocos para beneficio de
unos pocos con el obtuso lenguaje de la prima de riesgo y el rating de
solvencia; o la obscenidad de los CDS, que no es un partido político
resucitado, sino los ‘credits defaults swap”, seguros que para sus tenedores convierten
la caída de Grecia en una opción más ventajosa que su salvación.
Hemos pasado de la burbuja
inmobiliaria al desapalancamiento de los bancos, pero estamos en la sima más
profunda de la crisis. Y aquí pongo en entredicho el razonamiento de mi colega:
la economía está íntimamente ligada a lo social. Siempre ha sido así.
Y ahora más que nunca. Porque la
crisis económica se está llevando por delante los derechos laborales y
servicios sociales. El supuesto estado del bienestar es arrasado por el sunami
de la desregulación laboral y las amputaciones irreparables en sectores básicos,
como son la educación, la sanidad y los
siempre olvidados servicios sociales.
El Estado ha recortado un 40% el
presupuesto que dedicaba a los servicios sociales básicos, tal y como denunció
estos días en León la presidenta del Consejo de Colegios de Trabajo Social. El desmantelamiento
de los servicios sociales da paso a un sistema de beneficencia y caritativo
para la gente empobrecida por la crisis y, paralelamente, a una red privada
sólo al alcance de las rentas más altas y privilegiadas.
Cada vez hay más gente cerca del
ropero de Cáritas y más lejos de las marcas del fashionismo.
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La crisis es económica, pero lo
es sobre todo de valores porque, entre otras cosas, socava las bondades de la
democracia representativa: si la hoja de ruta de los mercados priva de
soberanía a los gobiernos, la promesa del mandato popular a través de las urnas
se convierte en auténtica agua de borrajas. No digamos ya las promesas electorales,
que andan por los suelos y por debajo de las alfombras de La Moncloa.
Ahora que se cumplen doscientos
años de la Constitución de 1812 es oportuno recordar el contenido de su
artículo 13, que dice: “El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto
que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los
individuos que la componen”.
Está claro que dos siglos
después, la felicidad del pueblo es una asignatura pendiente de los Gobiernos.
Ahora su misión parece que es amargarnos la vida, “por nuestro bien”. Pero no
es verdad que “Quien bien te quiere te hará llorar”. Ya vamos aprendiendo que
el amor es otra cosa.
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Se oye decir a la gente “volvemos
a los años 60” o “hay que regresar al campo”. Frases que en el fondo hablan de
la tremenda involución que se está produciendo en nuestra sociedad y de la
necesidad de un cambio de rumbo.
Cada vez son más las personas que
deciden pasar de la indignación a la acción. La primera generación
agroecológica de León es una avanzadilla de la nueva economía social, basada también
en el comercio justo, en la creación de redes de apoyo mutuo y en el respeto al
medio ambiente, a la salud de las personas y a los derechos humanos. Basada en
el amor al planeta.
La primera mujer Nobel de
Economía (2009), Elinor Ostrom, fue premiada como estudiosa destacada en el
área de recursos compartidos o bienes comunes y en particular en cómo los seres
humanos interactúan para mantener a largo plazo los niveles de producción de
bosque, recursos hidrológicos, pesca, sistemas de irrigación y pastizales.
Ayer mismo recayó el premio
Príncipe de Asturias a las Ciencias Sociales en la filósofa Marta Nusbaum, cuyo
pensamiento se basa en el convencimiento de que quienes entienden de distinta
manera lo que es el bien “pueden ponerse de acuerdo sobre principios éticos universales,
aplicables allí donde se dé una situación de injusticia o discriminación”.
No son hechos aislados. En la
aldea global hay conexiones infinitas entre lo grande y lo pequeño. El fin de
semana pasado se celebró en Ponferrada la I Feria de la Sostenibilidad y hoy
arranca en León el Festival Mundo Ético con una nueva pedalada del colectivo
Bici Crítica. La Oficina Verde de la Universidad de León y famosos como Javier
Pascual, Raúl Quijano y Manolo Martínez se suman al impulso de esta masa
crítica que ha ido creciendo en las calles de León los últimos jueves de cada
mes. Al menos por hoy son noticia.
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Porque al periodismo imperante de
hoy le cuesta ver y dar las noticias de la calle, las de andar por casa y que
más interesan a la gente. La crisis en los medios de comunicación no se puede
reducir sólo a la revolución digital. Hay también una crisis de contenidos. Con
todos los medios tecnológicos a su alcance, los medios de comunicación de masas
viven cautivos de las agendas políticas y llegan a rechazar aquello que no
llegue vía comunicados o convenientemente filtrado por el gobierno de turno, la
facción del partido correspondiente o influyentes personajes del mundo
empresarial, social o cultural.
Prácticas que por un lado
facilitan la vida del periodista, por otro se han convertido en trampas para
hacer información digna. El mismo gabinete de prensa que te manda notas y hasta
fotos de las hazañas cotidianas del político o institución al que sirve, te
niega el acceso a fuentes de información imprescindibles para contrastar una
noticia o completar un reportaje. Simplemente no contestan a las preguntas o te
remiten al gabinete de prensa de la Consejería de turno.
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He recibido estos días muchas
muestras de reconocimiento y afecto por parte de personas cercanas y de algunas
que ni siquiera conozco. Mi compañero Emilio Gancedo me definió en un generoso
artículo como una periodista que “pisa más tierra que moqueta”. Realmente me
sentí halagada. Pero es bien cierto que he tenido la oportunidad de desarrollar
mi trabajo al margen de esa agenda cocinada porque el periódico para el que
trabajo, el Diario de León, y sus sucesivos editores y directores han apostado
por crear y mantener espacios periodísticos propios, en los que la
investigación y el trabajo a pie de calle tienen un importante peso. Martínez
Carrión, Fernando Aller y Pablo Lago, los tres directores que he tenido.
Pienso que nuestra misión como
periodistas no es sólo informar, sino reivindicar estos espacios y llevar la
voz de la calle a las historias que contamos. No se trata sólo de lo que nos
den o dejen hacer. Se trata de no conformarse con lo que hay. De quejarse un
poco menos y hacer un poco más.
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Por primera vez, el pasado 3 de
mayo, día mundial de la Libertad de Expresión, centenares de periodistas
salimos a la calle en España para reclamar un periodismo digno. Incluso en
León, donde parecía imposible.
Periodismo digno es hacer
información con rigor y estar al servicio de la sociedad. Para eso hace falta
que haya periodistas en las redacciones y pluralidad de medios informativos. Hacen
falta sueldos dignos y no dar marcha atrás en los logros que heredamos de las
luchas de quienes nos precedieron. Que la crisis no se convierta en una excusa.
En la prensa y en todos los rincones de la sociedad.
Suscribo con la periodista y
escritora leonesa Olga Rodríguez la cita de Eduardo Galeano, que ella ha
escogido para encabezar su libro “Yo muero hoy”, presentado el martes en León:
“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede
cambiar el mundo”. Súmemonos a esa gente pequeña que hace pequeñas cosas desde
lugares pequeños.
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Agradezco al jurado la valoración
que ha hecho de este trabajo, que para mí representa el valor de las pequeñas
cosas como motor de cambio en el mundo.
También estoy agradecida a los agricultores y agricultoras que tan
generosamente me ayudaron a prepararlo compartiendo sus experiencias desde
Matalabos del Páramo y Matadeón de los Oteros a Quilós, en las fértiles tierras
bercianas, donde empecé mi carrera profesional.
Quiero mencionar también las
espléndidas fotografías que Jesús Salvadores y Ana Barredo pusieron a este
reportaje. Y al compañero Luis Cano por la maquetación.
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En este día de celebración no
puedo dejar de recordar a unas personas muy importantes que nos han dejado y suponen
grandes pérdidas para la ciencia de la economía y para la profesión
periodística:
Al profesor Fabián Estapé que da
nombre y prestigio a este premio.
A Vicente Pueyo, redactor jefe y
compañero del Diario de León desde que empecé a hacer prácticas en aquella
legendaria redacción de Lucas de Tuy.
A Maite Almanza, la incansable y
risueña periodista del Diario de León en Astorga, La Maragatería, La Bañeza, La
Cabrera…
Y a José Luis Estrada, que
también fue compañero del Diario en mis comienzos y nos dejó en herencia su
libro ‘A la plaza’
Se merecen nuestro homenaje, recordando y rescatando de la
hemeroteca su contribución al periodismo y el servicio que prestaron a León con
sus plumas.
Muchas gracias (y mucha suerte, añado ahora).
*Discurso leído el 17 de mayo de 2012 en el Hostal de San Marcos de León en el acto de entrega del IV Premio de Periodismo Socioeconómico Fabián Estapé convocado por la Asociación de la Prensa de León (APL) y patrocinado por la empresa Construcciones Lorenzo García Blanco.
Estupendas y valientes reflexiones.
ResponderEliminarDeberían leer esto muchas personas que dirigen distintos medios tradicionales(escritos, radios, Tv...).
Quizá se lamentarían menos, y harían un poco más de autocrítica, de la crisis de identidad de los medios de comunicación, de la que se empezó a hablar antes que de esta otra que lo cubre todo, y que ahora parece subsumida en ella.
En primer lugar felicidades por el premio y en segundo lugar ¡¡Cuánta razón tienes!! Un saludo.
ResponderEliminarMara y José Luis. Muchas gracias!! Un saludo
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