martes, 23 de julio de 2013
Palabra de verano
Amarallar es como hallar el mar a la orilla de un reguero, un pozo o una presa. En realidad amarallar es enderezar las olas de tierra adentro, las que se forman en los prados los días en que el viento, ayudado por el sol, hace combarse a la hierba. Amarallar, una palabra recién estrenada en mi boca. Que va y viene por entre las cuerdas vocales mientras pedaleo e intento memorizar sus cuatro sílabas con el viento de cara. Un regalo de Segundo, ganadero de la Alta Babia, mientras atardace en la vega del Bernesga con la luna llena dueña del cielo y de la tierra. Mientras en La Cueta su esposa espera a la vaca que está a punto de parir y no ha regresado aún del puerto. Amarallar es palabra de verano. Efímera, pero vuelve siempre. Se pierde en la memoria de los pueblos y a veces se entierra bajo términos como hilerar; o simplemente, se tapa con la nada cotidiana.
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